"De luces y sombras" Benjamín Ossa

Por Felipe Forteza

El trabajo de Benjamín Ossa transmite excelencia. Esa que solo quienes hacen el trabajo en serio, creyéndosela, sin importar en qué área se desempeñen pueden irradiar.  Desde sus inicios, la luz y la sombra han acompañado a este joven creador, como una herramienta imprescindible de su imaginario, la que con los años no deja de sorprender.

Hace poco encontré una obra sublime. Era un trabajo del peruano José Carlos Martinat. Un torbellino de luces que no daba tregua por su espectacularidad. Ella me hizo pensar en cómo algunos artistas a lo largo de los años han trabajado con la luz, desplegando variadas obras. Este dúctil elemento permite generar objetos de diversas formas y colores, como un juego, qué en manos de un artista, su transmutación ofrece infinitas posibilidades.

Como no mencionar el trabajo precursor de Dan Flavin (americano 1933- 1996), donde por medio de tubos flourescentes reflejaba una reacción entre instalación y dibujo.  O James Turrel (americano, 1943), quien durante cuatro décadas ha creado obras que juegan con la percepción y el efecto de la luz dentro de un espacio. Más cercano a nuestra realidad, Iván Navarro (chileno, 1972), ha abordado a través de diversas creaciones, temas sociales y políticos de gran fuerza interpretativa.

Lo más llamativo de todos ellos es la forma en que estas obras atraen las miradas, como una forma de distracción o entretenimiento que agrega valor a nuestra vida cotidiana.

El trabajo de Benjamín Ossa (1984) se sustenta en la composición de imágenes, en el tratamiento de la luz y en gran medida como esta convive con las sombras. El paso del tiempo y la arquitectura son de gran relevancia en su obra, como también lo es la intervención de un lugar específico y la relación de sus instalaciones con el observador. Ganador de amplios reconocimientos, este artista va en ascenso, y será una carta fundamental en la creación artística local en los próximos años.

¿Cómo te vinculaste con el mundo del arte?

Mi relación con el arte se da a muy temprana edad. En la casa de mis abuelos paternos siempre se hablaba de exposiciones, poetas, músicos. Mi abuela organizaba reuniones con pianistas, poetas, etc. Siempre tuve interés por el dibujo y podía pasar varias horas en eso. Mi madre se dio cuenta y desde los 8 años comencé a asistir a clases de pintura. A los 14 ya tenía un taller en la casa, por lo que cuando tuve que tomar la opción de qué carrera estudiar, decidí seguir con lo que había hecho los últimos 10 años.

¿En qué piensas cuando creas una obra?

Para mí la creación tiene que ver con un flujo continuo, no radica en un momento especifico. Como artista llevo adelante una investigación entorno a ciertos fenómenos ligados a la percepción y como éstos son capaces de trasladarse al espacio, a una cosa que active sensorialmente la percepción del “otro”. Y puntualmente ante la pregunta del pensamiento, la palabra experiencia, en el sentido de lo vivido, se hace más presente a la hora de dar forma a esa investigación.

¿Facilita a un artista tener buenas conexiones?

Pertenezco a una generación donde la meritocracia funciona de buena manera. Ningún Museo o Galería va a arriesgar su prestigio de tantos años por una buena conexión, y ninguna colección que se jacte de rigurosa va a coleccionar obras porque el artista tiene tal o cual nombre. El arte pertenece más a lo público que a lo privado, y ese tipo de concesiones si no hay un trabajo sólido se acaba en el corto plazo.

¿Si no fueras artista visual, qué serías?

Es una excelente pregunta, porque me la hago hace un montón de tiempo y todavía no tengo respuesta.

¿Qué opinas del escenario cultural chileno?

Ha crecido mucho en los últimos diez años. Se ha sumado mucha gente que ha aportado a su desarrollo. Aun así estamos al debe, y eso es bueno porque hay trabajo por hacer. Fortalecer a las instituciones es fundamental, que los artistas seamos cada vez más rigurosos con nuestra actividad, como también que el Estado y los privados entiendan que sin cultura no habrá desarrollo.

La última exposición del artista se llamó “De letras, frutas y flores”, realizada en la Galería Artespacio. Nueve obras o “aparatos” como él las nombra, conjugaron figuras geométricas, colores y espejos. Estas formas, muy coherentes con su línea de trabajo habitual, trascienden lo que creemos ver, dotándolas de gran poesía . Cada una de ellas es una abstracción de letras, frutas y flores, siendo reminiscencias de su historia familiar, de sus valores y el orgullo por su formación y quienes han sido parte de ella. En imágenes que podrían parecer duras, el artista va dibujando una visión noble y positiva de tres elementos fundamentales en su vida: las letras, que construyen relatos, las flores que alimentan la vista y se transforman en frutas, las que a su vez nutren el alma y el cuerpo.

Estas piezas posibilitan modificar la apariencia de las figuras, distanciar la imagen de su reflejo y construir una relación temporal entre forma e imagen, interpelando a quienes las observan. Su “sopa de letras” construye realidades que buscan inquietar al espectador, para que cada cual desarrolle un imaginario que cambie constantemente, tal como si su visionario creador hubiera intuido los significativos cambios que el mundo entero sufriría en estos meses.

En 2019, Ossa tuvo una destacada participación en la XIII Bienal de la Habana con su obra “Un invisible faro”, como también en ArteBa. Actualmente se encuentra desarrollando una obra pública a gran escala en Av. Presidente Riesco con Augusto Leguía, en conjunto a Javier Toro Blum.

Su obra se encuentra en colecciones públicas y privadas tanto en Chile como el extranjero. Editorialmente, lanzó su tercera publicación, “Libro Segundo” que viene a engrosar su catálogo de publicaciones, Libro Temprano, 2013 y Libro Primero, 2016. Además, cuenta con representación en las galerías Aldo de Sousa, en Buenos Aires, Sobering Galerie, en Paris y recientemente en NG Gallery, en Ciudad de Panamá y La Habana, Cuba.